domingo, febrero 07, 2010

Las mujeres de Troya


Hay un momento mágico en el arte, un instante en que la obra termina por enterrarse radicalmente en el espectador y permanece en él por siempre. Hoy escribo éstas líneas con las heridas, frescas aún, que me dejaron las "Mujeres de Troya".
No podemos negar que somos una especie bélica, solo necesitamos hojear un libro de historia para darnos cuenta que ésta se encuentra plagada de guerras y muerte. Aprendemos muchos nombres desde pequeños: el de las guerras, de los generales, de los héroes, pero al hacerlo pocas veces pensamos en las millones de tragedias ligadas a éstos eventos, sobre todo si son guerras lejanas en el tiempo y en la geografía.

Ésta obra magnífica, Las Mujeres de Troya, nos pone en contacto con las víctimas por excelencia de cualquier conflicto bélico: las mujeres. Tomadas como botín de guerra y expuestas a los más terribles vejámenes, son ellas quienes terminan pagando un altísimo precio por las guerras de los hombres. Los diálogos están inspirados en los textos de Eurípides, Esquilo y Homero. Sobre todo de Homero.

Los griegos han ganado la guerra, Troya ha caído, los hombres troyanos yacen muertos y el ejército victorioso reclama su recompensa. Ahora el destino de las mujeres está ligado, irremediablemente, al de sus captores. De entre todas las tragedias que suceden la trama se enfoca en la de la reina Hécuba, convertida en digna representante del infortunio de las mujeres troyanas. Muertos sus hijos varones, ahora es testigo de la suerte que a sus hijas destinan los vencedores. En una espiral descendente, la tristeza y la agonía se vuelven cada vez más insoportables. Hécuba también es representante de otro grupo de mujeres aún más extenso y vasto: el de todas las mujeres afectadas por los conflictos en cualquier época de la historia.

Con una ambientación y vestuario que no coinciden con el momento histórico de la Ilíada sino al de la segunda guerra mundial o de Serbia durante la guerra de los Balcanes, la obra nos transmite la inevitabilidad de estas tragedias en cualquier guerra y en cualquier época.
Sobresalen las actuaciones de Mónica Sánchez como Helena, Nelly Castillo en el papel de Casandra y de Marisabel González como la consejera de la dinastía real. En lo particular, fue la gran actuación de Mónica Sánchez la que terminó por meterme en la historia y entrar en ése trance exquisito en el que uno olvida el mundo exterior y permanece expectante al desenlace de la historia.
Todo dirigido magistralmente por René Estuardo Galdámez. Su juventud y la alta calidad de sus obras apuntan a que será uno de los principales referentes del teatro nacional de su generación. Y un detalle mas, la música está a cargo de Paulo Alvarado. Su sola mención es sinónimo de calidad y originalidad.

En el teatro de cámara del centro Cultural Miguel Ángel Asturias viernes, sábado y domingo hasta el 14 de febrero.

Foto: Prensa Libre

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