martes, noviembre 14, 2006

Triste Guatemala

Platicaba el otro día con mi papá sobre la melancolía, que parece un rasgo común en nosotros, la gente de Guatemala y en nuestra música. Aunque sigamos acá, es como si todos estuvieramos exiliados escuchando lentos y pausados compases de una marimba lejana. Tal vez sea porque la patria que quisieramos es otra, es decir, la misma pero de otra manera, sin tanta cosa por arreglar. Podría ser que en vez de trabajar por conseguirla, nos dá más por soñar con esa patria que quisieramos para nosotros y nuestros hijos.
Ayer fuimos con Tsunami a la primera presentación del festival de teatro a ver la obra "El Coronel de la Primavera", una representación de los hechos ocurridos en la revolución del 44. Hoy me ponía a pensar que nuestras gestas gloriosas tienen un mal final y paradójicamente, con poca gloria. La historia de la revolución por ejemplo, termina con el imperio ivadiéndonos y ahorcándonos. Los movimientos de independencia terminan con la implementación de un sistema terriblemente injusto, aunque los papeles hubieran exigido algo distinto. El glorioso pasado de nuestros ancestros mayas tiene como triste final la invasión extranjera y la opresión por siempre.

Como todas esas tonterías de que la raza tiene algo que ver en todo esto me parece francamente una sandez, mejor me pongo a pensar que parte de la culpa es del clima.
No es casualidad que los países más desarrollados estén al norte y a nosotros, con este clima delicioso todo el año, se nos desarrolle el ánimo para disfrutar de celajes y atardeceres, para buscar la maestría del ocio regocijándonos en el placer de no sentir nunca un frío gélido o un calor abrasador, para buscar el tiempo para platicar con los amigos y hermanos (a veces para agarrarlos a balazos también) y jugar con los pequeños, en fin, para vivir extasiados de la vida mientras nos produce un amargo placer la melancolía y la tristeza profunda que, cierto, tiene mucho de poético y patético a la vez.

Hay muchas formas de vivir la vida y cada persona y cada país escogen la suya propia. Para ser sincero, a mí me gusta la tristeza y no encuentro lógica en el asunto, porque busco siempre estar más feliz. Tal vez tanto tiempo de convivir con ella me ha dado por tomarle cariño.

3 comentarios:

Ana dijo...

No soy una experta en melancolía, pero te juro que he pasado temporadas de depre que no se las deseo ni a un enemigo.

La gran ventaja --si te das cuenta-- es que ver celajes, cielos, puestas de sol, amaneceres, etcétera, son actividades más bien ligadas a la vida que a la muerte. Y la muerte y la tristeza están emparentadas.

Las tristezas pasajeras no son graves.

Pero si de alguna tristeza sufrimos los guatemaltecos es por todo lo que hemos sufrido desde hace siglos. Y la violencia actual no ayuda.

Saludos.

Gora dijo...

Gracias por pasar por acá visitando Ana María. A mí me parece que la tristeza está tan ligada a la muerte como lo está a la vida. Incluso a veces, de tan feliz, me pongo triste de pensar que la alegría es sólo pasajera y que eso acabará tarde o temprano.
Es como un día de playa, lo estoy disfrutando cuando de pronto me recuerdo del camino de regreso.
Creo que todo está ligado a la vida y a la muerte, porque son parte de una misma cosa. He intentado, de un tiempo para acá, quitarme la idea oscura de la muerte, la soledad y la tristeza. Y hasta cierto punto he logrado convivir bastante bien con las tres. No sé si eso me hace una persona fría, tal vez me haga una persona fría.
Y Guatemala, pues es una realidad, es una historia, un destino, un punto de partida; un lugar para reflexionar y analizar, para luchar, sobre todo luchar; para vivir, para morir, para el miedo y para la felicidad inmensa; es familia, es amistad; es tratar de conocer otras realidades, es aceptarlas y no aceptarlas; es señora de muchos colores y muchas caras, tan fácil de amarla como de odiarla. Eso creo, y tal vez crea otras cosas más... eso creo yo.

laotrasoyyo dijo...

Eso creo yo