lunes, noviembre 20, 2006

El árabe


Hace unos días recibí una llamada de Ts, muy angustiada. En el apartamento de abajo vive una pareja de árabes, siempre hemos creído que son libaneses. Esa noche no treparon por la ventana los usuales olores exóticos de la cocina ni los sonidos de música tradicional. Esa noche subieron los sonidos de una discusión, de muebles golpeando paredes, del hombre vociferando, de la mujer aparentemente defendiéndose. La barrera del lenguaje fué insuperable para Ts, también era imposible no oír lo que sucedía. De pronto un golpe seco, de carne contra carne, seguido de un corto silencio y más golpes. Después la discusión siguió un poco más hasta ahogarse y fundirse con el resto de los sonidos de la noche.
Entendía la angustia de Ts, podía estar pasando cualquier cosa allá abajo, y platicamos largamente sobre hasta dónde llegan los límites del derecho de la intimidad (Ts quería bajar inmediatamente a retar al árabe), de las sociedades machistas del cercano oriente, nos dimos cuenta que no estabamos informados de a quién recurrir. Yo pensé que debía existir un número telefónico de la procuradoría de derechos humanos al que pudieramos llamar, la policía era una idea demasiado ingenua. Al día siguiente Ts conseguió el número telefónico del programa contra la violencia doméstica.
Llegué la siguiente noche, esperando no oír lo que Ts la noche anterior. Salí a fumar un cigarrillo a las gradas justo cuando se abría la puerta de los árabes y salía Omar renqueando. Dije "buenas noches" y se asustó antes de responderme con su acento extranjero.
Vale decir que nos desconcertamos un poco. Después de esto ya no han vuelto a oirse discusiones ni golpes y espero que no vuelvan a hacerlo, sin importar quien es el agresor y quien la víctima.

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