miércoles, agosto 16, 2006

Volcanes extintos

Si se apuntaran todos los nombres de azul que existen, se llenarían por lo menos todas las páginas de dos cuadernos rojos de 120 páginas cada uno. Si después arrojásemos esos cuadenos al mar, cambiaría aproximadamente un grado el color de éste.
A un costado de este mar corren dos caminos, uno ancho y otro estrecho. En ambos hay muchas casas pintadas. Blanco con verde, azul y amarillo, blanco con rojo; agrupadas en núcleos de cinco o diez. Algunos de éstos adquieren el rango de pueblo siempre y cuando posean un tienda y una biblioteca. Cualquier visitante que venga por aire, se dará cuenta que el terreno es bastante plano, pues hasta donde alcanza la vista no existe ninguna elevación. Por supuesto que también cualquier vecino le contará al visitante que antes abundaban los volcanes, pero se extinguieron hará unos 100 años.
Al visitante, que llamaremos Calixto porque este es mi blog, no le hizo nada de gracia el asunto de los volcanes. Por eso mismo se encuentra afuera de su cuarto fumando un cigarrillo. Cinco bocanadas después del ahora mismo se ha abierto la puerta de al lado, de dónde sale un individuo de corbata y sombrero a fumarse otro cigarrillo. Como la noche ya ha avanzado tres cuartos de noche, todo el pueblo está en silencio, y lo único que se escucha son los rugidos lejanos de algunos volcanes nómadas y salvajes que habitan en los bosques de los alrededores.
El silencio es demasiado doloroso para los dos. Lo rompen iniciando una conversación improvisada, ya que después de todo, compartir un cigarrillo es la forma perfecta para romper el hielo y dejar atrás los silencios. El diálogo transita entre sus puntos de vista con respecto al Amadís de Gaula y sus preferencias con respecto a las tetas. Como no han podido ponerse de acuerdo en este último tema, han decidido ponerse a escribir los nombres de azul, cada uno en su propio cuaderno rojo.

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