lunes, agosto 14, 2006

Correspondencia interceptada

Estimada señorita Iris:
Le envío estas líneas aprovechando la libertad que me permite la hora de siesta que me es concedida una vez al día. Teniendo en mente su ajetreada forma de vida y del alto valor que le concede a cada minuto me permito pasar inmediatamente al asunto que me preocupa.
El día de ayer tuve un sueño epifánico: caminaba por el corredor de algún palacio en reconstrucción cuyas paredes emanaban el sonido de cristales que chocan entre sí. En un momento dado, las mismas paredes sonoras mudaron su aspecto por el de espejos, dando como consecuencia la horrible sensación de desaparecer que siempre sucede al encontrarse entre dos espejos. Al ver mi reflejo, noté que mi imagen se multiplicaba infinitamente hasta ese vacío oscuro que los iniciados conocemos como Maelstrom. Sabemos asimismo que si las condiciones son propicias, uno de los tantos reflejos (impostores me gusta llamarlos) puede tomar nuestro lugar.
Sobreponiéndome al vértigo y miedo iniciales, intenté ver el final del túnel formado, analizando someramente a cada una de mis sombras. Ya examinaba el octavo, pero algo me hizo regresar al séptimo. Éste impostor sostenía en la mano una pluma blanca. Usted ya sabe que sucedió después. La espero mañana para ultimar los detalles.

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