miércoles, febrero 25, 2009

Miércoles de Ceniza


Miércoles de Ceniza casualmente cae en miércoles. Casualmente también se impone la ceniza. Siempre me impresionó ése detalle de la ceniza. No había nada igual en el resto del año, y me explico: se suspenden las clases en éste mi colegio re católico para oír la misa con la sola intención de hacerte un jeroglífico de materia gris. La verdad es que al menos un poco de materia gris esperaba yo de los curas, sabiendo de sobra que a nosotros esa pasta amorfa significaba nada más que un rato sin aulas.
En verdad nunca le dí mayor respeto ni importancia al asunto hasta que me asignaron como monaguillo de la misa del cole. El por que me eligieron es una duda que me persigue hasta hoy y ya siento algo, unas ganas de sacarlo todo de una vez... la verdad es que hubiese preferido no ser el elegido.
Ésa misma mañana, día de semi-feriado, feriado de medio día, me levanté temprano y sin siquiera desayunar me fuí para el cole con la esperanza de vestirme con las túnicas tan solemnes que tantas veces había visto de lejos.
La sorpresa se dió al momento de acudir a la oficina del padre M. un poco mas temprano de lo acordado,  abrir la puerta sin llamar, y sorprenderlo vertiendo cenizas de un receptáculo dorado en uno para hostias. Aunque noté que nervioso me dió la bienvenida a mí me pareció normal. Soltamos un par de palabras que se difuminaron en el aire, con esa displicencia con la que se esfuman plabras claves que uno después busca en la memoria.
Aún no sé por qué decidió contarme su secreto, pero el parde M., tan respetuoso, tan cabal, tan a todas luces intocable, me confesó que las mismas cenizas que vertía en el receptáculo eran las cenizas de su difunta madre.  
No lo revelé hasta hoy que estoy convencido que Dios no existe y después de años de miedo constante, de ver sombras. Para mí la religión no existe, al menos no después de ver al padre M. hacer cruces con su propia madre en la frente de los otros. Y los feligreses ni en cuenta de la porquería que les ponen encima.